Inocuidad alimentaria en un planeta de 8 mil millones de habitantes

10 enero 2023.-En el caso de las acciones particulares de política, los países deben seguir fortaleciendo sus sistemas nacionales de control de alimentos, mejorar sus políticas en torno al desperdicio, buscando hacer más eficiente y sostenible el sistema productivo y las formas de consumo.

 

Hace unas semanas se dio a conocer la noticia de que el planeta había alcanzado los 8 mil millones de personas. En 1950 Naciones Unidas estimaba que la población mundial era 2.500 millones. En 1987, 37 años después, la población se duplicó, alcanzando los 5.000 millones y en tan sólo 12 años llegamos a los 6.000. En 2011 contábamos 7 billones y en 11 años enteramos los 8.000. De acuerdo con las proyecciones realizadas, el año 2050 llegaríamos a ser 11 mil millones de personas.

Todo lo anterior implica grandes desafíos en materia de vivienda, transporte, empleo, educación, salud y trabajo, pero por sobre todo un desafío enorme en términos alimentarios. Los sistemas de producción de alimentos están hoy virando hacia formas sostenibles de producción; gobiernos y ciudadanos presionan por un cambio en esa dirección, tras las consecuencias antrópicas asociadas al cambio climático y a la necesidad de preservación ambiental y cultural que ha hecho su entrada fuerte en los mercados y que probablemente seguirá exigiendo un “new deal” con el planeta. ¿Qué tan preparados estamos para producir y comercializar alimentos inocuos, saludables y sostenibles a toda esta población en creciente expansión, considerando que hoy el acceso, la calidad y la forma de producirlos son un factor de alta consideración? Sin lugar a duda, esto requiere un impulso de acción mundial. Tras los desastrosos efectos de la pandemia de COVID-19 el mundo volvió a presenciar un aumento preocupante de la inseguridad alimentaria y problemas de salud asociados a la nutrición. El reporte de Naciones Unidas para 2021 elevó a 828 millones las personas que padecen hambre en el mundo, lo que supone un aumento de 46 millones en 2020 y de 150 millones desde que se inició la pandemia. Aquí no sólo se trata de políticas redistributivas que equilibren producción y acceso a alimentos en una economía globalizada, dependiente de insumos que provienen de todas partes del orbe, sino además de la necesidad de establecer la inocuidad y la calidad de los alimentos como factor sine qua non y no como un atributo vinculado al precio de los productos. Las normas internacionales de referencia del Codex Alimentarius son un claro ejemplo de ello; basadas en ciencia, sometidas a comités de expertos, y aprobadas por consenso entre sus casi 190 países miembro, buscan que su adopción sea una referencia para la producción, transformación, transporte y consumo de alimentos a nivel mundial.

En el caso de las acciones particulares de política, los países deben seguir fortaleciendo sus sistemas nacionales de control de alimentos, mejorar sus políticas en torno al desperdicio, buscando hacer más eficiente y sostenible el sistema productivo y las formas de consumo; propender a formalizar institucionalmente la evaluación de riesgos alimentarios en base a evidencia, involucrando aspectos locales que permitan el desarrollo de más y mejor normativa y regulación; todo esto es aún mejor si se hace en el marco de una Política Nacional de Inocuidad y Calidad de los Alimentos, consensuada a partir del compromiso tanto del sector público como del privado, relevando y mejorando todos los aspectos que permitan la producción de alimentos en forma segura, suficiente y sostenible como factores inherentes a lo que entendemos por alimentos y alimentación. Sólo de esta forma alcanzar los 11 mil millones no será objeto de preocupación sino de conciencia respecto a nuestra forma de habitar y vivir el planeta.

Diego Varela

Secretario Ejecutivo

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